Comentario
Los artistas reflejaron -por su procedencia, sus aspiraciones, sus limitaciones...- la complejidad de la sociedad en los reinos de Indias. Para empezar, fueron muchos los artistas españoles que a lo largo de los tres siglos que tratamos buscaron en el Nuevo Mundo fama y riqueza. Una pequeña selección de nombres nos permite calibrar su importancia: Luis Lagarto, miniaturista que probablemente se formó en Granada, trabajó en las iluminaciones de los libros de coro de las catedrales de Granada y Puebla a fines del siglo XVI, pero su formación también le permitió ocuparse de la organización de fiestas religiosas, comedias, etc.; el arquitecto Herrando Toribio de Alcaraz llegó a la Nueva España hacia 1543 y fue el arquitecto a quien el obispo Vasco de Quiroga confió la labor de levantar su famosa catedral. Tuvo que soportar la supervisión de otro español, Claudio de Arziniega, maestro mayor de las obras de cantería de la Nueva España, enviado por el virrey Velasco a Pátzcuaro en 1560. Arziniega había trabajado en España como escultor en la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, pero a Nueva España llegó como cantero y trabajó como alarife, convirtiéndose en el arquitecto de confianza del virrey. Cuando se convocó el concurso para la sillería de la catedral de Lima, fueron tres españoles los que compitieron: Ortiza de Vargas, Pedro de Noguera y Alonso de Mesa...Muchos de ellos, al menos los que se quedaron, tuvieron que adaptarse a una realidad en la que estaba casi todo por hacer desde el punto de vista de la construcción y adorno de los nuevos edificios. Así se justifican las palabras de un fraile arquitecto "...siendo nuestra necesidad y no su ciencia la que les da el título de maestros", mientras se quejaba del mal estado de una obra. No debe extrañarnos la queja -también en algunos lugares de la Península podían plantearse situaciones similares- sobre todo si pensamos no en las capitales de los virreinatos, sino en las ciudades mineras y tierras de frontera.Por otra parte, y sobre todo en la Nueva España, se dieron ya desde mediados del siglo XVI ordenanzas para regular el trabajo de los artistas en el marco institucional de los gremios. De 1557 datan las ordenanzas de pintores y doradores de México; se les exigía que supieran pintar al fresco y al óleo, dibujar y, lo que nos parece más interesante, que conocieran no sólo la perspectiva, sino también la pintura de romano, es decir, los grutescos, con lo cual nos encontramos en las mismas ordenanzas una reglamentación acerca de lo que podríamos llamar el gusto oficial, en el marco de la nueva pintura renacentista. Estas ordenanzas de pintores parece que con el tiempo dejaron de usarse y en 1681 solicitaron que fueran expedidas otras nuevas, mejorando las anteriores y adaptándolas a una realidad que reflejaba de algún modo la de la península. Las ordenanzas de escultores y entalladores son de 1589, pero no afectaban a los indios aunque se prohibía que ningún español les comprase obras para revenderlas. Las ordenanzas de loceros de Puebla datan de 1666 y vinieron a regular un oficio existente desde fines del siglo anterior que se dividía en tres clases: loza fina, loza común y loza amarilla. También se sabe que desde mediados del siglo XVI se trabajaba el vidrio en Puebla, exportándose desde allí a otros lugares. Por su parte, los arquitectos en México se rigieron por unas ordenanzas de 1599 hasta que en 1735 se propusieron otras que, por cierto, excluían a los indios y mestizos. Con el tiempo, la creación de la Academia de San Carlos en México posibilitó otro tipo de formación y de consideración social del artista, pudiendo tener entre sus pensionados también indios y mestizos.Hasta entonces, el sistema había sido el aprendizaje con un maestro que frecuentemente era un familiar. Por tanto esa tradición, que se puede decir universal, de continuidad familiar de un oficio se dio también en Iberoamérica: los Baltasar de Echave y los Lagarto en México, los Figueroa en Bogotá... Respecto a la cultura de los artistas, ésta siempre fue un valor que aumentaba su consideración social y la demanda de sus obras, pero debieron ser una excepción los casos de Luis Lagarto, poseedor de una importante biblioteca, con libros de historia, filosofía, ciencia, etc., o de Melchor Pérez de Soto, nacido en Cholula de padre español en 1606, que fue arquitecto de fama y llegó a poseer una de las mejores bibliotecas que se conocen de particulares en el siglo XVII en México.La mayoría de los maestros en las distintas artes que habían ido a América en los siglos XVI y XVII procedía de Andalucía y Extremadura, pero en el caso de los maestros canteros también los hubo procedentes de la montaña de Santander que, en un proceso de migración cuya incidencia en la arquitectura del Renacimiento español ha sido ya estudiada, emprendieron un viaje que desde su tierra les llevó a Andalucía y de allí a las Indias: como ejemplo baste el del autor (a comienzos del siglo XVII) del famoso puente de piedra sobre el Rímac, en Lima, y proyectista también de la Alameda de los Descalzos, José del Corral, procedente de La Trasmiera. También llegaron artistas italianos, como los pintores B. Bitti, M. Pérez de Alesio y A. Medoro, que trabajaron en Lima a fines del siglo XVI, y algún flamenco llegó a la Nueva España cargado de grabados que acabarían creando escuela.